Las grandes ciudades laten a un ritmo que se vuelve inaguantables para cualquier persona. Este ritmo le termina ganando hasta al individuo más tranquilo y lo convierte en una persona intolerante, nerviosa y que vive al límite de explotar en cualquier instante.
El tránsito pesado, un semáforo en rojo que tarda en cambiar al verde, una persona que se demora en cruzar la calle, cualquier cosa es excusa para que explote la paciencia por los aires. Además nuestro organismo, al no ser tan distinto del de nuestros antecesores de especie, reacciona y activa sus funciones básicas naturales muchas veces al día por factores externos “artificiales”. A que me refiero con esto? Volvamos al tránsito.
Si una persona se enoja, se estresa y se pone nerviosa por el tránsito que no avanza, el cuerpo ante ese “sentir” se activa de varias maneras. Una de ellas, es que el cuerpo cree que tiene que defenderse y se prepara para eso. Ante un enojo y un “estresaso” el cuerpo no sabe si lo esta corriendo un león, va a entrar en combate con un contrincante o que simplemente se trata de que el tránsito no avanza. Una de las cosas que hace el cuerpo, por ejemplo, es poner rígido los abdominales para cubrir los órganos blandos.
Imagínate esa contracción muscular muchas veces al día y por muchos días. Además, al estar de la mano la mente y el cuerpo, una parte activa negativamente a la otra y se crea un círculo vicioso. La mente se estresa, el cuerpo se tensa y esto a la vez le suma más mensajes de estrés a la mente y así se crea una bola de nieve. Lo bueno que esta bola de nieve se puede parar con un trabajo de mente-cuerpo extremadamente sencillo; la meditación. El controlar la respiración hace que naturalmente el cerebro se oxigene y por ende la mente se calme.
Una vez realizado ese paso, es más fácil practicar la introspección y de a poco lograr vivir cada momento y sentir con todos los sentidos. Además de poder hacer meditaciones en lugares silenciosos, cómodos y tal vez al lado de un campo energético como puede ser una gran masa de agua, un árbol o una superficie grande de césped también hay que recurrir a las micro-meditaciones en cualquier momento y lugar.
Estas últimas son fundamentales en la grandes ciudades. Las puedes realizar cuando te bañas, esperas el cambio de luz de un semáforo, de pie tomando un café, etc. Cuanto más “millas” sumes de meditación, mayor será la recompensa. Es muy posible que al comienzo te sea difícil y creas que estas perdiendo el tiempo. Pero no te distraigas con eso, tu sólo trata de hacer y hacer y de a poco todo ese “ruido” se va a ir apagando.
Si bien las cosas van a seguir sucediendo (me refiero al tránsito, el semáforo, etc.) tu lograrás sentir diferente ante esos eventos y podrás reaccionar con más tranquilidad y con más claridad para elegir qué hacer y cómo tomártelo.
El sentirte bien es mucho más sencillo de lo que crees. Recuerda #CuandoSeQuiereSePuede
TUSAM
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